Hasta hace una semana antes de partir, don Dionisio Flores estuvo enviando comentarios a nuestras páginas. En uno de ellos, nos hace algunas confesiones y relató su rutina semanal en una época en que él iba a estudiar a Llo Lleo:
“Digo con mucho orgullo que yo soy nativo de la comuna de Navidad. Nací y me crie en las serranías más arriba de la Vega de Pupuya, en un lugar llamado Lo Ruano, que quiere decir en lengua «promaucae» tal vez, lugar de caballos salvajes.
Mi historia es la misma, pero al revés; nosotros viajábamos con nuestros padres desde Lo Ruano a Navidad a caballo saliendo tipo 4 am para tomar la micro de las 6 am con destino a Llolleo y, por supuesto, cruzando el río Rapel en aquella antigua y crujiente Balsa de madera en que nos hacían bajar y subían la micro sin pasajeros y los pasajeros de pie al costado de la micro, y los caballeros más fortachones tenían que ayudar a tirar un cable para que la balsa avanzara.
Llegando a Llolleo tipo 9 am a tiempo para ir a la escuela N° 5 que aún allí existe. Eso era el día lunes. La vuelta a casa era el día viernes saliendo a las 4 pm de Llolleo, llegando tipo7 pm a Navidad. Ahí me esperaba mi padre para llevarme a casa de Navidad a lo Ruano a lomo de caballo subiendo y bajando cerros y en un buen tramo transitando por el Estero porque no existía otro camino.
En verano papá nos llevaba a Matanzas a la misa de 10 am el día domingo. Y de ahí una vuelta por la playa, alguna golosina o simplemente un trozo de sandía o melón sentaditos en la arena. Y luego a almorzar en una cocinería al final de la veintiunica calle de Matanzas, a comer un rico pescado frito…
Estos acontecimientos relatados fluían por allá entre los años 1953 al 1958 aproximadamente”.
En otras ocasiones nos habló de Matanzas, afirmando que “Ningún pueblo de Navidad tiene más hermosura e historia que Matanzas. Totalmente de acuerdo que «su nombre es una mentira y su belleza una realidad».
Nos envió fotos y relatos de muchos personajes del pasado de la Comuna:
Don Juaco Figueroa, simpático y buena onda mi peluquero. Don José María Castro Chicharrón con su esposa, su tía Lorenza Josefa Flores Quijada….
“Tuve el honor de conocer y mucho a don Isidoro Patiño y a doña María Flores, quien esta última, estaba emparentada con mi padre José Evaristo Flores de Valle Negro. La señora María era oriunda de la zona, no sé si de Centinela Lagunilla o Matanzas y era hermana de don Pedro Juan Flores quien sería por muchos años administrador del fundo Cardone de Matanzas donde se criaban numerosas cabezas de ganado vacuno y ovejas.
Recuerdo que sería por los años 1956 o 58 que yo tendría 10 ó 12 años y en los campos había grandes bandadas de codornices y les armaba trampas para cazarlas y llevárselas a don Isidoro Patiño que cada vez que me veía me preguntaba si tenía codornices para que le llevara. Era fanático de las presas de caza.
Hace poco me encontré por pura casualidad con Rafael Patiño Flores en Chorrillo en el camino al lado de mi casa. Como constructor civil estaba construyendo una casa en un condominio cercano a mi casa. Ahí nos volvimos a encontrar después de más de 50 años de nuestros tiempos de niños. Fue para él y para mí una gran alegría de saber quiénes éramos, de dónde éramos y de aquellos remotos tiempos…”
Se nos ha ido una parte importante de la memoria viva de una etapa de la vida de nuestra Comuna. Nosotros tenemos mucha más información. Lo que hemos contado es tan solo un pequeño extracto de tantas y tantas conversaciones y publicaciones que nos regaló nuestro gran don Dionisio.
[foogallery id=»702″]